Los cambios de década, suelen ser momentos significativos.
Saben generar reflexiones, replanteos, “depresiones” y preguntas varias…
Hoy veamos algunas particularidades que frecuentemente traen los 50´.
Quiero empezar destacando el valor de la experiencia. Si en esta sociedad de vidas espléndidas y caras de Facebook, hay una absurda carrera por “no envejecer”, no conozco a nadie que reniegue del valor de lo aprendido a lo largo de la vida.
“Ya sabemos cómo hacer…”: Vincularnos, usar dinero, resolver problemas, estudiar, hacer cambios, cuidarnos, reír y abordar miles de cotidianeidades.
Hemos mayoritariamente, resuelto y aprendido de básicas cuestiones que fueron muy difíciles en otras etapas: tenemos dónde vivir, fuimos padres, tenemos familia, redes, sabemos trabajar, conocemos nuestra identidad sexual y sabemos movernos en nuestra sociedad.
Tenemos pareja y sino, podemos abordar la posibilidad de nuevas relaciones con menores exigencias y mayor libertad para compartir lo necesario.
Todas estas preguntas, las hemos respondido usualmente, lo que deja lugar y energía para los nuevos desafíos de la etapa actual.
Veamos cuales son:
La etapa de los 50´suele convocarnos a terminar con la omnipotencia.
Esa tendencia juvenil a poderlo todo, cambiarlo todo, sentirse “eterno”,” invencible” y poderoso…
A los cincuenta es hora de aceptar la vulnerabilidad, (que dolores corporales, fracasos y vacilaciones ya nos vienen mostrando) y sabernos frágiles ante algunos eventos.
Así también reconocemos la carencia. No podemos todo, no podemos solos…necesitamos de los otros y ellos también. Necesitamos saber hablar, escuchar y admitir. Aprender unos de otros y aceptar las diferencias.
También es la hora de reconocer la incertidumbre: No sabemos lo que va a pasar, no podemos controlarlo todo y la vida cambia y nos sorprende una y otra vez…y quedamos de nuevo en ascuas.
Por último, si nos animamos a llegar hasta acá, tenemos que aceptar la finitud: La vida terminará. Empezamos a asumir que vamos a morir y ese análisis médico lapidario, esa tomografía decisiva nos va a tocar a nosotros un día de esos o más allá o alguna vez. Distinto que en la juventud ahora la muerte nos toca de cerca y sentimos que también nos puede alcanzar.
¿Y cómo resulta aceptar la vulnerabilidad, la carencia, la incertidumbre y la finitud?
¿Impresiona no?
Una vez superada la primera impresión, podemos pensar esta circunstancia, como una fuerte invitación al cambio y la apertura.
Un giro en nuestra perspectiva del mundo y la vida misma.
Asumir estos desafíos nos abre a valorar esta etapa y a transitarla con energía e interés renovados; así entonces reconocer el valor del presente en plenitud, apreciar lo pequeño en donde sí somos potentes e imprescindibles, son partes del camino de la madurez.
De esta manera, es posible alcanzar una nueva mirada y un rumbo de sabiduría. Cambia la escala de valores y el sentido de la urgencia. Damos lugar a lo importante…
Logramos ver el pasado y el presente en perspectiva, y entonces entendemos mejor a nuestros padres, a los hijos y a la humanidad toda.
Prescindiendo de detalles y nimiedades, somos más sutiles y receptivos.
Y es esa transformación, la que nos habilita para estar y hacer mejor, con nosotros mismos y con los otros.
Creo entonces que a partir de los 50 años, las personas tenemos ocasión de ingresar en un tiempo único, de profundos y novedosos desafíos, un tiempo de desarrollo maduro, extraordinario, una etapa excepcional.
Creo que tal vez podamos hacer de esta…la mejor etapa de nuestras vidas.
Es la hora.