Teníamos todo planeado con mi compañero de facultad: el kayak plegable para dos personas lo traería mi hermano a su regreso de Alemania a fin de año. Lo equiparíamos y lo llevaríamos de alguna manera al Límite con Brasil del Rio Alto Paraná. Desde allí, en parte remando y en parte dejándonos llevar por la corriente recorreríamos los aproximadamente 1400 km que nos separaban de nuestro hogar en el Gran Buenos Aires. Pero…, como dice el viejo dicho ‘si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes’.

 

El kayak era mucho mas caro que lo que podíamos juntar entre ambos, mi compañero terminó convenciéndose que era una locura por el peligro de la travesía, cosa que yo no compartía de ninguna manera y no pude conseguir un reemplazo ni financiación. Todo quedó en el recuerdo.

A fines de 2016, a cincuenta años de aquel sueño, fue grande mi sorpresa al escuchar una conversación del segundo de mis 4 hijos, Eric, con su amigo Alejandro (ambos a principios de sus cuarenta), acerca de hacer una travesía en kayak por el rio Paraná.¡Mi sueño!, solo que ahora tenía que asistir como espectador viendo como otros lo realizan. Les ayudé en la preparación y, a medida que conseguíamos mas informaciones, descartábamos partes de la travesía, especialmente la del Alto Paraná por haber actividad de contrabando y los podían confundir con contrabandistas.

Entre las informaciones que sacamos de internet, había un blog de un grupo que recorrió en varios kayaks el Rio Corrientes de alrededor de 200Km de largo entre su nacimiento en la Laguna de Iberá y Esquina, su desembocadura en el Rio Paraná. Cambiamos el proyecto y decidieron que podían partir desde la Laguna Iberá, navegar el Rio Corrientes, para luego continuar por el Paraná hasta Buenos Aires.

Llegados a este punto, sabiendo Eric de mis ganas de participar a pesar de mis 70 años y algún problemita de salud, trató de convencerme de, al menos, acompañarlos en el primer tramo hasta Esquina. Allí me volvería y ellos dos continuarían el viaje. Lo logró!, confieso que no me resistí demasiado.

Con Alejandro fuimos a Rosario a comprar mi kayak, hicimos algunas prácticas de remo ahí mismo, donde descubrí que era mas fácil volcar que navegar correctamente.

 

Finalmente partimos a principios de enero hacia Chavarría, provincia de Corrientes, donde dejaríamos el auto y nos embarcaríamos. Al llegar a Esquina yo volvería en bus a Chavarría para recoger el auto y volver con este y mi kayak a Buenos Aires, mientras Eric y Alejandro seguirían remando. Nuevamente Dios seguramente estaría riendo al escucharnos!

El Rio Corrientes fluye por una zona muy poco habitada, sin posibilidad de reaprovisionamiento de agua potable ni de comida. Llevábamos abundante carga de agua en bidones, comida no perecedera y elementos para cocinar. Adicionalmente, al ser conocida la zona por la abundancia de pesca, contábamos con que tendríamos alimentos mas que suficientes para los seis días en que cubriríamos el trayecto. Y allá fuimos…

El primer día, después de dormir en el camping de Chavarría y tomarnos las fotos antes de la partida, navegamos llenos de expectativas por lo que vendría. Habíamos escuchado de la abundancia de pirañas (palometas), yacarés y serpientes, algunas enormes, así como de la posibilidad de que los mosquitos nos harían la vida imposible. Tampoco era seguro que encontraríamos lugares apropiados para acampar. Pero nada extraordinario ocurrió hasta que Eric, que cada tanto trataba de pescar desde el bote tuvo un pique importante. Para asegurar la captura remó rápidamente a la costa arrastrando la línea tras él. Al llegar a la playa y terminar de sacar el pez, un Patí de varios kilos, vio que solo le quedaba la mitad superior. El resto se lo habían comido vivo las pirañas a mordiscos en ese brevísimo tiempo!! La desilusión fue grande pero igualmente guardamos el resto para la cena. Tampoco eso pudimos comer ya que en varias horas se echó a perder.

De ahí en más y durante todo el viaje solo pudimos pescar pirañas con lo que la comida fue lo que habíamos cargado en los botes.

Nos tranquilizó que el río Corrientes, como todo río de llanura, serpenteaba en suaves curvas formando playas de arena en la parte interior y fluyendo a buen ritmo de unos 5 km/h en la parte externa. También formaba islas de arena con alguna vegetación, ideales para acampar por estar libres de estiércol de vacas con sus consiguientes moscas.

Al anochecer, después de haber tenido contacto con las pirañas y ver los ojos brillantes de los yacarés observándonos desde el agua, armamos las carpas y fuimos a dormir tras cenar pastas. Unas horas después despertamos en medio de una tormenta fortísima de agua, viento y relámpagos ininterrumpidos. Mis únicos pensamientos eran si las carpas resistirían o nos alcanzaría algún relámpago. La carpa de Eric y la mía eran individuales, bajas y ofrecían poca resistencia al viento, además de muy impermeables. Alejandro no tuvo esa suerte. Las dos o mas horas de la tormenta tuvo que permanecer sentado sosteniendo la carpa desde el interior, con el agua hasta la cintura.

Dos días después, mientras navegábamos por una zona con orillas boscosas, escuchamos fuertes ruidos que supusimos provenientes de motosierras talando el bosque. Sospechando talas indiscriminadas, probablemente para plantar soja o recuperar madera valiosa del bosque virgen nos causó indignación la mutilación de la naturaleza virgen en alas del presunto ‘progreso’ . Al anochecer descubriríamos el verdadero origen del ruido: una especie de ranas gigantes que croaban de esa manera anunciando otra tormenta!. Esta vez pudimos buscar resguardo bajo el puente de mitad de camino. Pasamos varias horas parados viendo el espectáculo de relámpagos ininterrumpidos iluminando las nubes y cayendo no lejos de nosotros mientras el viento y el agua azotaban todo a nuestro alrededor. Recién cuando amainó nos animamos a armar las carpas pero en el lugar mas alto, siempre bajo el puente, temiendo que crezca el río y nos arrastre. No se cumplieron nuestros temores y pudimos seguir viaje al día siguiente.

La tercera tormenta la vimos venir al atardecer en forma de ‘cummulus ninmbus’, unos 40 km antes de Esquina. Esta vez buscamos refugio en el galpón de herramientas de un almacén de ramos generales de cuya existencia nos avisó un pescador que cruzamos en el camino. Lo alcanzamos justo a tiempo.

De todos los peligros posibles, las tormentas fueron el mas inesperado y real. El otro peligro permanente en toda la travesía era la imposibilidad de comunicación por falta de señal de celulares, en el supuesto caso de una emergencia, como picaduras de víbora, accidentes, etc. Por suerte no sucedió nada de eso.

No vimos ninguna serpiente, ni chica ni grande y los yacarés que vimos, uno de ellos de unos dos metros durmió en el agua junto a nuestras carpas, eran inofensivos, o al menos no nos agredieron en ningún momento. Por lo demás la fauna autóctona en abundancia que se dejaba ver y huía a nuestro paso era de una riqueza increíble. Desde carpinchos, enormes roedores del tamaño de un cerdo grande, garzas grises, cigüeñas, chajás, bandadas de pájaros multicolores, teros que no emitían sonido, hasta gaviotas que cantaban y se comportaban como teros, etc.

El avistaje de esta fauna así como de grandes plantas acuáticas como el irupé (victoria cruziana), muchas de las cuales veíamos por primera vez, nos recompensó ampliamente por los esfuerzos del viaje.

El último tramo de 30 km fué el más agotador. El río comenzó a ensancharse y bifurcarse en varios brazos entre islas de camalotes. La corriente era cada vez mas débil. Tratábamos de elegir el ramal con mas correntada pensando que era el principal, pero varias veces tuvimos que retroceder al descubrir que no tenía salida. Todo esto con un calor agobiante que nos obligaba a refrescarnos constantemente llenando el sombrero con agua y volcándola sobre nuestras cabezas. En unos minutos el sol la recalentaba y no refrescaba mas. Creí seriamente que no llegaría.

Al arribar a Esquina, después de seis calurosos días de remo y tres tormentas fortísimas, Eric y Alejandro decidieron volverse a Buenos Aires conmigo. Ya habían tenido suficientes aventuras. Este fue el último cambio de planes!!.

Luego de unos meses del regreso, Eric editó las fotos del viaje en un video al cual se accede por el siguiente link.

Espero que lo disfruten!!

Gerardo Mescher

 

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