Habitamos tiempos de enormes cambios en la vida vincular.
Novedades hasta hace poco impensadas o imposibles, son el preludio de más y nuevas trasformaciones.
Vemos frecuentemente que la vida sexual se separa de la pareja y se vive con espontaneidad e inmediatez, prescindiendo tanto de la pregunta por los sentimientos, como por el día después de la relación.
Palabras como “prematrimonial”, “concubinato” han desaparecido del lenguaje, y “matrimonio” o “compromiso”, suenan añejos. La virginidad es más una carga que un valor a preservar. Los divorcios son la regla y hasta la iglesia se anima al necesario debate sobre el tema.
Son los gays, los que ahora se preocupan por casarse, mientras son habituales las conductas ambiguas para la orientación sexual. Nuevas leyes y nuevas costumbres…
Aparecen parejas de más de dos miembros, parejas “desparejas” de edad, parejas con personas de distinta nacionalidad y de culturas y creencias remotas, cada vez más a menudo.
Las nuevas formas de parentalidad y los “ex” que vuelven a unirse, hacen necesario crear nuevos términos para los parentescos que los divorcios y las nuevas uniones traen. Madre, abuelos o padre “afín”, anónimos , donantes, subrogantes, etc.
La idea de convivir para una relación, empieza a ser más una opción que una obligación, y en parejas sin hijos, la no convivencia es vista como un camino a veces deseable y elegido más frecuentemente.
La edad para el amor se extiende y se amplían las opciones.
Tiempos de elección, de mayores libertades, de componer relaciones como “quiero” antes que como “debo”.
En otro plano, pero marcando tendencias para la vida relacional, el marketing y el consumismo se despliegan furiosos.
Marcan el individualismo, lo vertiginoso y lo descartable como valores a alcanzar.
Detenerse, reflexionar, intentar reparar algo, puede ser perder en la carrera y tornarse inconveniente.
Estas tendencias inspiran algunos cambios en los usos de la afectividad y entonces los vínculos se descartan, la reflexión molesta y parece que dar pronto vuelta la página puede ser mejor…
Mientras tanto y en sentido contrario, el conocimiento recíproco de similitudes y diferencias requiere tiempo. La construcción de confianza sigue siendo imprescindible para vincularse y los hijos requieren de la presencia de Mamá y Papá, aún si son del mismo sexo.
El arte de la pareja es un saber mayor en donde crecer y desarrollarse. La aceptación e integración de la diversidad, es un desafío mayúsculo y paciente…
Crear “lo nuestro” y el estilo común es tarea profunda y estimulante…
Y todo esto es tiempo y trabajo personal y de a dos…
¿Son descartables nuestros vínculos? ¿Podremos saltear la reflexión sobre nuestros sentimientos?
¿Podemos crecer sin aprender?
¿Consumismo o humanismo?
¿Puede esta época, aún así significar una oportunidad interesante?
En tiempos de aceptación de la diversidad y de la particularidad, propongo que más que opiniones o juicios, miremos oportunidades; Veo la enorme posibilidad de ser más auténticos, más libres y menos obedientes a fórmulas y mandatos pretéritos.
Veo la oportunidad de vivir el amor y la pareja como una verdadera experiencia de aprendizaje, crecimiento y realización que puede hacerse en libertad, siendo fiel a los deseos y desarrollando la creatividad recíproca para una verdadera obra de arte vincular de mutua creación.
Camino no exento de dolor, riesgos, renuncios y contramarchas. Como todo crecimiento…
Tiempo atractivo de libertad para explorar y hacer con otro, para crear relaciones auténticas en la inigualable experiencia del encuentro humano.
Asumir nuestra responsabilidad de ser libres, y de ser más nosotros mismos cobra en este tiempo un destacado valor.
¡Adelante!
Claudio Casas es Psiquiatra y Terapeuta Gestáltico.
Autor de “Los caminos de la Pareja«