Hace unos días llegó a nuestra casa un joven inglés que vino a quedarse en la Argentina por un año, porque le gusta este país, y decidió probar si puede ser un lugar definitivo para vivir. Es el hijo de una amiga mía de la adolescencia, cuya mamá era inglesa y el papá polaco, que habían venido a trabajar aquí, allá por la década del 50. Después de 20 años regresaron a Inglaterra. Ahora el hijo de aquellos inmigrantes vuelve, tal vez a quedarse.
En agosto estuve viajando por Finlandia y disfruté nuevamente de las bellezas de este país, pensando qué lindo podría ser vivir allí. Observé que más que en años anteriores cuando había estado, además de los finlandeses, había personas de otras culturas, algunos provenientes de países africanos y asiáticos, como también de Medio Oriente, y de países vecinos como Rusia y Estonia. La colectividad de latinoamericanos que ya están instalados desde hace varias décadas, forman parte de estas nuevas culturas que llevan sus tradiciones a Finlandia. Algunos grupos se fueron integrando bien al estilo de vida nórdica, consiguieron buenos trabajos, y en la mayoría de los casos, están agradecidos de poder vivir en condiciones mejores que en sus países de origen, otros, solamente se quedan por tiempos más cortos para experimentar y aprender usos y costumbres distintos, y llevar las novedades aprendidas a sus países. A veces la integración no es tan fácil y tal vez necesitan de ayuda y apoyo especiales para lograr adaptarse y acomodarse a su nueva situación. Acá en Argentina, también sucede algo parecido. Tenemos mucha inmigración de países limítrofes, y menos de lugares más lejanos. Aunque actualmente vienen algunos grupos de hombres africanos que comercian con bijuterie en las calles de la ciudad y grupos más grandes de la China que han instalado el negocio de los supermercados.
Viene a mi memoria ahora, desde mi ya lejana juventud, lo que ocurría hace varias décadas por allá por los sesenta´s, cuando la mayoría de mis compañeros de la escuela eran hijos de italianos o españoles, o de franceses o alemanes, y yo era hija de una mamá finlandesa y un papá ucraniano. Había hijos de rusos, eslovenos, croatas, árabes y japoneses, entre otros. Todos ellos personas buenísimas, hombres y mujeres que venían a buscar un porvenir mejor para sus hijos. Por suerte, gracias a esta multiculturalidad, pude disfrutar de las diversas fiestas que se hacían con bailes típicos y comidas autóctonas. La feria de las flores, organizada por los floricultores japoneses en la localidad de Escobar, era otro paseo especial adonde íbamos con toda la familia.
Realmente mi vida fue enriquecida por los aportes de la diversidad, lo distinto me resultaba muy atractivo. Una de mis mejores amigas en su casa hablaba esloveno con sus padres, otra inglés. Los abuelos gallegos de mi vecina, me enseñaron la esencia del espíritu hispánico, de tal modo que cuando estuve por primera vez en Madrid, ya de grande, me sentía en un lugar muy conocido. Hoy en día los hijos de esos inmigrantes, son o profesionales, o tienen un oficio, se han casado, tienen sus hijos y nietos, estos últimos son totalmente argentinos, aunque sigan interesados en sus raíces.
Pienso: qué bueno que se estén dando nuevas migraciones, y qué bueno que los gobiernos implementen cada vez mejor, sistemas de integración, que para nosotros, en los años 60, fue la escuela pública y de excelencia, donde las diferencias no necesitaban transformarse en igualdades, solamente potenciaban lo que cada uno tenía adentro, traído de otras culturas. Jústamente porque no éramos iguales, éramos más interesantes. Me pregunto hoy ¿cuál es la gracia de conocer solamente personas iguales a mí? ¡Qué aburrido! Busco un mundo multicolor, lleno de flores diferentes, con aromas propios… Y poder disfrutar del canto de otras regiones que convivan con mi manera de cantar y bailar. Aquí transcribo una estrofa de la canción Gracias a la Vida, de la cantante y compositora chilena Violeta Parra que refleja este sentimiento :
“Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
Los dos materiales que forman mi canto,
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos, que es mi propio canto.”