El amor y las formas de amar, han sido temas y cuestiones, seguramente en todas las épocas:

Cómo se ama, cómo se estila o debe amarse, cómo se usa, cómo se espera…

Las culturas, los modos vigentes, las religiones, lo jurídico, los modelos y mandatos familiares, y tantas otras influencias, han delineado las formas y han teñido cuando no signado, los desarrollos vinculares.

Hubo tiempos de monarquías, de Romeos y Julietas, tiempos de amores griegos, de anorexias y tragedias, de pedidos de mano y patrimonios para ostentar, (“buen partido”) y carrozas florales.

Hoy escuchamos: “Lo bloquié (sic), me clavó el visto, me dejó plantada, la vi con otro”. Y ya.

Todo cambia dice la canción. Pero no cambia que hay modos y estilos vigentes, circulantes, admitidos, asumidos… pero que no son propios.

Y a esto quería llegar:

El amor (o los amores, porque cada uno y cual es diferente, aunque sigamos en singular) es sentimiento y pasión, producto y creación, personalísima. Que integra nuestra identidad, y entonces nos muestra tal cual somos… amando.

Es cosa misteriosa, intensa, inexplicable, artera, irracional, escurridiza, indómita y sorprendente. ¿No?

Esta singularidad, es diferente, de los mandatos y designios de la cultura de cada tiempo. Y así, genera tensiones entre lo que siento, hago y lo que se debe o se espera.

También entre lo que recibo, espero y “me deben”.

Me tiene que proponer, me tiene que invitar, tiene que respetar, me lo tiene que decir, tiene que tomar la iniciativa… tiene que, tiene que, tiene que… Y NO ! No tiene que, no está obligada/o, no debe, nadie le debe nada a nadie.

A lo sumo, es lo que me gustaría o prefiero, pero no se trata de una obligación.

A grandes expectaciones, mayores desencantos…

Lo que debo no coincide con lo que soy y siento, lo que se espera de mí no me representa, y esto en el amor genera a menudo grandes tensiones. Puede que no me guste tu modo de amar… puede que no te guste.

¿Podremos disfrutar de lo que recibamos genuino y ofrecido generosamente, amorosamente dado sin deberes ni obligaciones?

¿Nos animamos a transcurrir un vínculo con mayor autenticidad, más cerca de lo que somos y sentimos de verdad?, o aún preferimos encorsetar al amor en la rigidez in auténtica de las formas vigentes?

Se los dejo.

Un cálido saludo.

 

Ref: https://doctorclaudiocasas.blogspot.com/

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