En el bar Dos Escudos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Revista Fennia se encontró con Ingmar Ström, quien fuera Primer Secretario de la Embajada de Finlandia en Argentina a partir del final de la década del setenta hasta los primeros años de los ochenta. Desde entonces ha sido un asiduo visitante de la Argentina, porque durante su cargo aquí conoció a Mabel, el amor de su vida.

¿Qué recuerdos tenés de esa primera estadía en Argentina como Primer Secretario?

Me acuerdo patente de mi llegada a Buenos Aires en 1979, una ciudad impactante por su tamaño y su diversidad arquitectónica. El viaje desde Ezeiza era casi interminable, antes de construirse la autopista, y yo en seguida tuve que hacer el recorrido dos veces, pues mis valijas se habían retrasado en el cambio de vuelos. La Embajada estaba en el mismo edificio que ahora. Tal como actualmente, éramos dos diplomáticos, el embajador Klaus Castrén y yo. El Secretario comercial era Martin Strengell, quien al trasladarse a Chile fue remplazado por Kaj Lackman. En un cargo administrativo estaba Pertti Mustonen, que se adaptó a la vida argentina a tal punto que terminó radicándose definitivamente en este país.

La Línea finlandesa-sudamericana había cesado un poco antes -en 1976-, pero todavía estaba activa la Iglesia de marineros finlandeses en la Avenida San Juan. La colectividad se reunía allí y se celebraban misas a cargo del pastor Tapio Leskinen, sucedido por Olle Salmi. Con Olle hice un viaje inolvidable a Misiones y Paraguay para visitar a los inmigrantes finlandeses.

Actualmente ¿cómo ves los cambios que ocurrieron en Argentina y Finlandia durante estas cinco décadas?

El mundo cambió. Ahora estamos mucho más interconectados y todo intercambio, económico y cultural, es más fácil y rápido. En mi época, nos manejábamos por telex y cartas, pues el teléfono internacional era demasiado caro. Ahora tenemos medios como WhatsApp gratis, pero curiosamente las cartas de correo tardan igual tiempo que antes para llegar. Además de turistas, hay gran cantidad de estudiantes y pasantes que encuentran nuevos horizontes en nuestros respectivos países. El idioma español se está imponiendo en Europa aunque el inglés sigue siendo la lengua franca, lo que no siempre se nota de parte de los argentinos, quienes no lo hablan tanto. En este mundo global, me parece que la Argentina sigue buscando su papel, igual que hace 40 años. Es un enorme exportador de soja y otras materias primas agrícolas, pero creo que podría llegar a ser mucho más. Habría posibilidades también en otros rubros.

¿Qué es lo que más valoras de Argentina y qué de Finlandia? ¿Harías alguna crítica?

Creo que existen varios motivos por la afinidad que sentimos entre finlandeses y argentinos. Por alguna razón, nos atrae la tendencia melancólica que se expresa en la letra del tango. Y es muy característico, en ambos países, reunirse para una taza de café. Además, en los años 70, se decía que Argentina era el más europeo de todos los países latinos. La cultura general, la cortesía y el espíritu abierto no dejaban de sorprenderme. Al entablar un diálogo con un desconocido, en seguida empezaba a contarme todo lo que sabía de Finlandia. Ahora, muchas veces, me preguntan ¿dónde queda?

No obstante los cambios, siempre resulta fácil hacerse amistades en este país. Tengo entendido que los argentinos dicen lo mismo de Finlandia, aunque tenemos la fama de ser parcos y reservados. Los que visitan mi país aprecian generalmente lo mismo que yo: la naturaleza limpia y los bosques y lagos, que están al alcance de todos en cada temporada del año. Hay que mencionar otra dimensión que compartimos: la gran cantidad de teatros y espectáculos musicales y una literatura floreciente.

Conociste a tu esposa en Buenos Aires ¿cómo comenzó esa historia de amor? (Ingmar ríe.)

Llegué aquí con conocimientos básicos de español y en seguida comencé la búsqueda de unas clases de conversación. En una fiesta una persona me dijo que conocía a alguien para ese propósito. Me organizó la visita de una dama, pero ella era directora de escuela y no le interesaba dar clases de idioma. Un par de semanas después, en el Teatro Municipal San Martín daban una obra de Ibsen, y pensé que sería correcto agradecer la visita invitando a esa mujer a conocer parte de la cultura nórdica. Aceptó. Después de la función tomamos algo en una confitería cercana, y de pronto cerraban. Nos dijimos que deberíamos  seguir una conversación tan agradable… ¡y de hecho, siguió por muchos años! Me casé con Mabel Vitelli en la Iglesia sueca de Buenos Aires en 1981 y un año después nos trasladamos a Helsinki. Yo no creía que dejaría su carrera, su familia y su lindo departamento, pero así fue.

¿Cómo siguió tu trabajo cuando regresaste a Finlandia?

Mabel me acompañó a todos los destinos de mi carrera hasta que me jubilé en 2014. En Helsinki se encontró con que la gente habla finés, sueco e inglés, lo que le provocaba bastantes desafíos idiomáticos. Luego en Londres y en Roma se sentía muy a gusto, y frecuentaba escuelas de arte mientras yo tenía jornadas de trabajo largas. Además hablaba fluido el italiano. Después de unos años en Finlandia me dieron el cargo de Ministro Consejero en Madrid, donde pasamos un tiempo muy interesante con visitas de Estado y la entrada de Finlandia en la Unión Europea. Más tarde estuve como Encargado de Negocios (jefe de misión) en Rabat, Marruecos, un país que nos gustó muchísimo. A mi último destino, Pekín, Mabel no vino a vivir por motivos de salud, pero viajó dos veces desde Buenos Aires para verme en China, y yo la visitaba aquí para las fiestas de fin de año.

Durante todos los años de nuestro matrimonio, ella pasó un tiempo acá en Buenos Aires viendo a su mamá y su familia. Y yo, cuando podía, también cruzaba el Atlántico. Por ese motivo he mantenido el contacto con este país, que conozco cada vez mejor.

¿Cuál es tu proyecto actual? ¿Acá o allá?

Si tienes salud, para un jubilado siempre existen opciones, y con un pie en un país y otro en otro, más todavía. Desgraciadamente, Mabel falleció en 2018, pero ahora cuento con unos muy queridos familares y amigos tanto en Argentina como en Finlandia, y por cierto, en otros países del mundo. Mi destino es viajar, y mi pasado sigue influenciándome. Pienso mucho en temas globales, en el medio ambiente y el cambio climático. He colaborado en unos proyectos sobre el Estado de Derecho, elemento fundamental para el buen funcionamiento de la democracia.

Revista Fennia, agradece el ameno diálogo con Ingmar.

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