Tito Pérez, artista plástico argentino, tiene una larga trayectoria en su trabajo que es reconocido internacionalmente, por sus muestras en galerías de Argentina y Europa.

 -¿Qué cambios importantes ve en el arte plástico hoy en Europa y Latinoamérica?

Veo una diferencia de audacia. La razón es que en Europa hay mucho más dinero que acá en Argentina. Los recursos económicos cuentan. Además nos falta un arte más local, que sí se ve en Perú, Colombia o Brasil. Ellos hacen algo más propio.

-Las Instalaciones ¿son arte?

-Son lo más moderno en el arte. Nosotros hacemos  Instalaciones conceptuales, más preparadas. En Madrid, para dar un ejemplo, en un salón grande vacío pusieron en el piso una cortina de plástico arrugada así nomás. Eso era una Instalación. O en otro lugar, ubicaron tres canastos mal pintados de blanco y dos escaleras contra la pared. En otra exposición, una foto de la cabeza de una oveja, una al lado de la otra 40 veces.

-Tal vez sea una provocación, casi una burla.

Opuesto a ello están las pinturas más tradicionales: de arte abstracto o figurativo. Ambas posibilidades conviven. Gracias a la fotografía hubo cambios. Por un lado  el artista figurativo no tenía que salir a exteriores para captar un atardecer y plasmarlo en la tela, lo fotografiaba y, en el taller, lo recreaba a su manera. Alonso, nuestro reconocido artista plástico, para dar un ejemplo, es figurativo pero más suelto no es fotográfico sino narrativo. Cuenta algo.  Por otra parte, los artistas como Picasso, Miró, Kandinsky y tantos otros que se dedicaron a la pintura abstracta, han hecho arte de otra manera. Rothko, por ejemplo, pintaba un gran panel totalmente rojo. Y a la gente le gustaba porque iba a mirar algo que lo interpelaba, les provocaba un conflicto. El figurativo se nos impone un poco más, nos dice algo más claramente.

¿Cómo se enseña a pintar?

«Siempre actuamos sobre ellos»

Hay muchos talleres y maneras de enseñar. En primer lugar está el espacio, el horario y su ubicación. A mi taller vienen hombres y mujeres que trabajan durante el día y llegan acá con un compromiso fuerte. Pasión. Busco que quieran hacer un cuadro profundo, no para vender. Eso se nota en los resultados, por el color, la intensidad. El taller marca el compromiso con la pintura. Si uno va a la Academia, hace una carrera con varias materias; acá en cambio se condensa todo en horas. Es un colectivo de personas pero, mi atención es individual. Me fijo en lo que necesita cada uno, me ocupo de forma muy personalizada.

¿Se siente bien con la responsabilidad de maestro?

Un maestro puede hacer mucho bien o mucho mal, porque va también en su generosidad para explicar. Puede haber un hecho comercial: los alumnos vienen y pagan. Además están las familias, cuanto más progresa el alumno, más se hace pintor, se va alejando de sus familiares. Por otra parte, se me juzga por los resultados. Una vez me pasó con un grupo, a quienes el banco donde trabajaban les pagaba para tomar clases de pintura. Durante dieciocho años mantuvieron su contrato conmigo. Al principio venían para ver qué pasaba y, poco a poco, se fueron entusiasmando. Muchos salieron pintores.

«Sin nombre»

¿Cuál fue la exposición que más le gustó?

Todas han sido y son importantes, pero una la tengo en mi mente. Convoqué veinte pintores en el año 1982 para hacerles su retrato pintando. En la misma tela que yo los pinté, ellos terminaban su propio cuadro. Y la última obra fue sobre mí pintándome a mí mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tito Pérez, ¡un maestro y un genio! Fennia le agradece la entrevista dada.

 

 

 

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