Mariana Lifschitz es Productora Integral de Medios audiovisuales y en el año 2018 lanzó como directora la película documental Primer grado en tres países, que aborda el tema de la educación a partir de la comparación del primer grado de Gerónimo, el hijo de Mariana, en paralelo con el primer grado de los hijos de dos amigas en Francia y en Finlandia.

Gero empezó primer grado en marzo de 2015. Leo, el hijo de Caroline, y Julia, la hija de Agustina, empezaron el primer grado de la escuela primaria en Francia y Finlandia, respectivamente, en agosto de 2014. En Europa y en el resto del hemisferio norte, el calendario escolar comienza en agosto/septiembre, mientras que, en el hemisferio sur, las clases empiezan en febrero/marzo.

Un poco de la historia de Mariana Lifschitz

Mariana creció en los años 70 en el barrio porteño de Villa del Parque, en el seno de una familia en la que se hablaba mucho de política y de temas sociales. Sus papás, con un gran interés social, se involucraban en los reclamos del barrio. “Hasta los 11 años hice la primaria en dictadura”, recuerda, “cuando estaba en quinto grado, fue la guerra de Malvinas”.

Con el pasar de los años, Mariana creció y fue dándole forma a las ideas que habían pasado por su historia. “Yo creo que lo que quedó en mí hasta ahora es una elección por el interés social, por la lucha y por la justicia social, que es un valor que yo defiendo y me siento identificada. Sin creer en una sociedad ideal. Yo creo que sí vale la pena luchar, porque si nadie lucha, la balanza se va a inclinar para el lado de la desigualdad”, subraya.

Hasta hace un tiempo, Mariana trabajó durante muchos años como montajista en distintos medios de comunicación, y también en distintas ocasiones, como docente. Hoy en día, tiene claro lo que quiere hacer con su profesión y sus trabajos: “Mi lugar en el mundo está en el trabajo barrial, me motiva poder ayudar a fortalecer los lazos sociales en los espacios donde se dan los vínculos más cercanos, en el hacer con otros y ver resultados”. Mariana dirige también, el periódico Vínculos vecinales, de las comunas 10 y 11 de la Ciudad, fundado por su papá, Enrique Lifschitz.

En cuanto a su trabajo con el cine, agrega: “busco, con el uso del lenguaje audiovisual, que se genere debate, que los docentes y familias se la apropien, que les pasen cosas cuando la vean, que tenga un efecto concreto en las personas. El cine, por lo menos el que yo hago, tiene que entretener y hacer pensar”.

Primer grado en tres países: el nacimiento de la idea

La idea inicialmente fue la de hacer una película de educación. La incorporación de los países sucedió más tarde. “Mi interés por los documentales de educación empezó cuando volví a la institución escolar como mamá”, explica Mariana. Cuando Gerónimo, su hijo, estaba en edad de comenzar el jardín, lo anotó en un privado, en sala de dos. Al instante, comenzó a sentirse incómoda con la idea. No porque el jardín fuera malo, de hecho, su hijo iba contento. “Eso de ser cliente, de que la directora y todos te tienen que tratar bien porque sos cliente, me hacía sentir super incómoda, me asfixiaba. Seguro que porque mis registros de escolaridad eran muy distintos”. Así fue como la idea comenzó a tomar forma.

“Me daba cuenta de que había una tensión. Para las familias que habíamos ido a escuelas públicas había una tensión que si pública o privada. Yo estoy segura de que hay muchos padres y madres que fueron a una escuela pública y si les preguntás si están a favor de la escuela pública, sin dudar te van a decir que sí, sin embargo, muchos de ellos mandan sus hijos a escuelas privadas. Entonces ahí había una tensión que me parecía que era muy característica de la época, que no había sido abordada por ningún documental que yo hubiera visto”.

Mariana comenzó a investigar y presentó un proyecto al INCAA, pero no fue aprobado. Por otro lado, tenía dos amigas, Caroline (una francesa casada con un argentino) y Agustina (una argentina casada con un finlandés) que se iban a vivir a Francia y a Finlandia respectivamente, y sus hijos cursarían la escuela primaria allá. “Hagamos la comparación de las experiencias de primer grado en los tres países”, dijeron. Y nació el proyecto.

Los tres países

A lo largo del documental, se hace un recorrido por las distintas escuelas de Argentina, y se analiza, a través de un diálogo entre Mariana en Argentina, Caroline en Francia y Agustina en Finlandia, las distintas experiencias del primer grado de sus hijos. Uno de los aspectos que observan es que la escuela en Finlandia es pública, mientras que tanto en Francia como en Argentina, existen las propuestas públicas y privadas, aunque en Francia predomina la escuela pública.

Mientras que en Argentina y en Francia los padres llevan y traen a sus hijos del colegio, en Finlandia se acostumbra a que los chicos vayan y vuelvan solos. Agustina, la mamá de Julia, que hace su primer grado en Finlandia, se sorprendió porque el primer día de clases era la única mamá que esperaba a su hija en la puerta del colegio. Todos los demás se retiraban solos, y cada niño tenía un teléfono celular pura y exclusivamente para comunicarse con sus padres durante el trayecto.

En Francia, Caroline expresa que el vínculo entre los padres y la escuela no es tan fuerte. Acostumbrada a la modalidad argentina, en la que los padres y los maestros/docentes permanecen cercanos durante todo el año, manteniendo reuniones o cruzándose a la entrada y salida de la escuela, en Francia este vínculo casi no se da. Son pocos los padres que van a la escuela y los docentes no están en la puerta en los horarios de entrada y salida. Si bien la escuela tiene una política de puertas abiertas, la comunicación se da con motivo de situaciones puntuales, y no como algo constante.

En Argentina, las reuniones entre padres y maestros para mantener un diálogo acerca de la educación de los hijos, es mucho más frecuente.

En el diálogo entre las tres madres a lo largo de todo el documental, se van comparando este tipo de cosas: las costumbres en cuanto a la forma de los chicos de ir al colegio, el vínculo entre padres y docentes, el lugar y autoridad que tiene la institución de la escuela, las actividades que hacen los chicos y los contenidos que ven.

Actividades que hacen los chicos y los contenidos que ven.

En Finlandia, se pueden ver en distintas partes del documental cómo se prioriza la autonomía de los chicos, y una de las observaciones que se hacen es que los niños aprenden a vestirse solos desde pequeños, dado que al hacer tanto frío en algunas épocas, los docentes no pueden dedicar tiempo a colocarles tantas prendas a cada uno de los alumnos antes de salir.

Los niños juegan con sus trineos en la escuela

También se observa que los chicos tienen clases descalzos, en sillas cómodas e individuales, y realizan actividades como carpintería, costura, tejido, música, entre otros.

En Francia, una observación que sorprende a Caroline, es que ya se prevé el futuro de los niños según el estatus social de los padres, y se coloca al final de la clase a los más inteligentes y más adelante a quienes más les cuesta. Así, la diferenciación en muchos casos viene desde el principio y de parte de la escuela.

El modelo finlandés y el modelo argentino

“Nos sorprendió el parecido en la manera de pensar el vínculo entre el chico y la propuesta pedagógica, lo cercana que era en Argentina y en Finlandia”, comenta Mariana, que concluye que entonces, el éxito de la escuela en Finlandia, en comparación con Argentina, no pasa por la propuesta pedagógica.

Una imagen del documental

“No es tan distinta la propuesta pedagógica. De hecho, algunos métodos de aprendizaje de Finlandia que se muestran en la película, en Argentina se consideran superados”, destaca, y explica: “el éxito de la escuela en Finlandia tiene que ver con un Estado muy presente, un Estado de Bienestar fuerte, donde los chicos llegan a la escuela con un contexto familiar donde las familias tienen trabajo, tienen cobertura de salud, están bien alimentados, tienen ropa… les permite enfocarse en la escuela. Y en la escuela los docentes son hiper recontra bien pagos, entonces eso también prestigia su trabajo”.

Por otro lado, la diferencia entre las escuelas públicas en Argentina y Finlandia es notable a partir de los materiales y del estado edilicio, de mejor calidad en el país europeo.

En Finlandia, los docentes tienen un año sabático pago para dedicarse a la investigación y reflexionar acerca del trabajo en el aula. El currículo es abierto, no hay contenidos fijos, sino objetivos a cumplir, y la manera en que se alcanzan se determina a partir de los rasgos de cada grupo de alumnos. “Para dar esa libertad, tenés que tener docentes super calificados y bien pagos”, opina Mariana, y agrega que es importante que tanto la dirección, como más arriba en la escala del sistema, es importante que los docentes encuentren contención.

¿Es aplicable el modelo finlandés a la Argentina?

La diferencia entre las escuelas públicas en Argentina y Finlandia es notable a partir de los materiales y del estado edilicio

Para Mariana, la respuesta a esta pregunta es amplia, ya que se trata de culturas e idiosincrasias muy diferentes.

“No creo que sea comparable bajo ningún punto de vista. Algo que contaba Agustina es que la población es sumisa, en un punto porque confían en el funcionario público. Es una sociedad que confía en el otro. El funcionario público es alguien que sabe cómo se hace su trabajo, que lo hace con responsabilidad. Entonces si la escuela está en reparaciones durante un año y tenés que bancarte el polvo, el ruido de las máquinas y los chicos tienen clases en conteiners porque la escuela está en reparación, confiás que el que está encargándose de eso sabe lo que está haciendo, entonces no vas con los tapones de punta pensando que está robando, que la está haciendo más larga para quedarse con un vuelto, y que tenés que estar atento porque seguro están haciendo algo mal”.

Otro punto que destaca, es el tema de la autosuficiencia. Como mencionaron anteriormente, los chicos en Finlandia aprenden a hacer sus cosas desde muy pequeños. Para Mariana, en Argentina esto se da en menor medida: “tendemos a resolverles todo”, opina, y reconoce que es algo que cuesta, dejar que los chicos resuelvan algunas cuestiones.

Niños con su característico guardapolvo blanco en Argentina

Sin embargo, a la vez señala: “No estoy de acuerdo en pedirle a la escuela algo que la sociedad no hace. Pidámosle a la escuela y en la casa también hagámoslo, y desde los medios aporten también, digamos, es un trabajo conjunto. No sólo le pidamos a la escuela que ofrezca una alimentación saludable, también pidámosle a los medios que no difundan publicidades de comida chatarra como si fueran alimentos super saludables y divertidos… y así con todo”.

Sin embargo, la autosuficiencia en Finlandia tiene su contracara. Agustina, la mamá que participaba del documental desde Finlandia, explica que una vez se acercó a ayudar a una persona mayor que se había caído en el hielo, a quien nadie le había ofrecido ayuda. “Como que cada uno se tiene que arreglar solo, es como la contraparte de la parte buena de la autosuficiencia”, subraya.

Conclusiones

“No es un tema de presupuesto, pero sí es un tema de presupuesto” dicen en el documental. A partir de todo este trabajo, Mariana, Caroline y Agustina pudieron sacar conclusiones muy interesantes:

“Para mí que lo que podemos tomar es que, si querés una escuela pública que funcione, que sea de excelencia, tenés que tomar las demás condiciones que son necesarias para que el acto pedagógico suceda, tienen que estar”, explica Mariana. Para ella, la cuestión va más allá del contenido y del presupuesto. Tiene que ver con el sistema que contiene a la educación, y la posibilita.

“El chico tiene que llegar a la escuela bien alimentado, con una familia que lo acompañe, con padres que tengan trabajo y entonces puedan tener la tranquilidad para mandar a su hijo a la escuela, con un sistema de salud que funcione, con barrios que tengan cloacas y que los chicos tomen agua potable, escuelas que no se caigan a pedazos, docentes que puedan llegar con la cabeza despierta y con plata en los bolsillos para preocuparse por dar una buena clase”.

En este sentido, en el documental queda explícita la necesidad que tiene el sistema de educación argentino, y qué es lo que puede tomar del modelo de Finlandia: “Es un combo, digamos, si no tenés todo eso, no podés preocuparte por el método de enseñanza o porque el docente tenga ganas de estar ahí. Que los chicos lleguen en condiciones de aprender y los maestros lleguen en condiciones de enseñar”, concluye.

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