Päivi NiemeläPäivi Niemelä

Päivi Niemelä, actualmente disfrutando de su jubilación en Buenos Aires, se emigró a la Argentina con su madre y sus cinco hermanos en el año 1952 y ha vivido aquí desde entonces. Päivi se considera tanto argentina como finlandesa, y su historia sirve para dar un ejemplo de la mezcla de dos culturas e identidades.

 

Päivi y su familia partieron en diciembre de 1951 de Pukinmäki y se embarcaron en un buque de carga llamado Pankakoski para cruzar el Atlántico, pasando por las Islas Canarias, hasta Buenos Aires, donde su padre ya los estaba esperando. En el buque despacharon también la carga de muebles, incluyendo el piano de la abuela, una heladera y un lavarropas, artefactos que en esa época eran todavía objetos de asombro en Argentina. Además, traían consigo un gramófono, que usaban para escuchar discos de niños durante el viaje. El viaje pasó sorprendentemente rápido, escuchando música y jugando con los demás niños, aunque que soportar también unas tormentas.

 

En aquel entonces, las razones para emigrar de Finlandia eran los rumores de la posible invasión soviética tras la Guerra de Invierno, además de que unas familias amigas tenían la intención de acompañarlos. En Finlandia dejaron su casa, sus parientes y sus amigos.

 

Päivi recuerda que, cuando llegaron al puerto de Buenos Aires, hoy Puerto Madero, “¡hacía un calor insoportable y había un olor apestoso a trigo fermentado!”. Del puerto fueron a un hotel en la calle Lavalle donde vivieron unas semanas antes de mudarse al conurbano de Buenos Aires. Más adelante, la familia se mudó a la ciudad de Tandil, en la Provincia de Buenos Aires. Päivi era curiosa de caracter y las nuevas comidas y su cantidad, entre otras cosas, la asombraban. Recuerda que al ir al parque con sus hermanos, los locales, maravillados por los cabellos rubios de las criaturas, les daban palmadas en las cabezas, lo que no le agradaba demasiado al clan de hermanos.

 

Päivi dice que fue relativamente fácil adaptarse al nuevo entorno a los nueve años, cuando el conjunto de valores y los hábitos, por ejemplo, aún no están establecidos. Sin embargo, al principio Päivi extrañaba mucho Finlandia, y esperaba las noches para soñar con Finlandia. No obstante, en sus sueños empezaron a aparecer personas del nuevo país, poco a poco. En esa época no había escuelas de idiomas, sólo diccionarios; el idioma local se aprendía en la escuela y hablando. El contacto con Finlandia se mantenía escuchando noticias finlandesas en la radio y suscribiéndose a revistas finlandesas: “mi padre se despertaba a veces a las tres de la mañana para escuchar las noticias de Finlandia dirigidas para el sur de Europa”. En casa se hablaba finés por supuesto, y se mandaban cartas al país natal, sólo que el correo demoraba bastante. Viajar a Finlandia hubiera sido complicado por los gastos y la duración del viaje: “A mis hermanos en aquella época incluso se los declaró desertores, porque no hicieron el servicio militar, pero simplemente no tenían recursos suficientes para viajar”.

 

Después de haberse recibido perito mercantil, Päivi se mudó a Buenos Aires en 1962 para trabajar en la empresa finlandesa Vaisala Oy, y más tarde en la Unión de comercio exterior de Finlandia, la cual se convirtió en Finpro a principios de los 90. Se casó, tuvo a sus tres hijas, dedicándose durante 10 años a su crianza. Según Päivi, el trabajo, y los contactos con finlandeses que conllevó, aportaron de una manera fundamental a la conservación de la identidad finlandesa: “¡sin mi trabajo seguiría hablando finés anticuado!”

 

Päivi no regresó a Finlandia hasta después de veinte años. Viajó con su hija Carolina y luego ha visitado Finlandia en varias ocasiones. Nunca consideró volver a vivir a su país natal, porque su vida y su familia –hermanos, hijas y nietos- están en Argentina. Sin embargo, querría pasar un año entero en Finlandia para vivir todas las estaciones del año.

 

Päivi parece argentina al hablar castellano y finlandesa al hablar finés. ¿Sos finlandesa o argentina, entonces? Ella siente ser las dos. La identidad nacional ha variado también según la época, ”a veces sentía que no pertenezco a ningún lado”. Sin embargo, comenta que hablar con una persona finlandesa es siempre distinto: “con un compatriota se entiende tan bien, y la idiosincrasia es muy importante”. Eso implica claramente que no es insignificante donde tiene uno sus raices, a pesar de haber vivido toda su vida en otro lado. Además, Päivi necesita de la soledad y la naturaleza, lo que es muy finlandés; en Argentina es más común buscar la compañia de los demás. “Con la familia solíamos ir de vacaciones a la Patagonia u otros lugares tranquilos con poca gente. Tampoco siento la necesidad de vivir en el mismo lugar que el resto de la familia, aunque los extraño, lo que es típico a los finlandeses bastante independientes.”

 

Según Päivi, los inmigrantes pueden adaptarse al nuevo país y la cultura, conservando a la vez la suya, u optar por aislarse de la cultura local: “Yo pienso que hay que respetar la cultura y las costumbres locales y adaptarse, a pesar de conservar sus propias raíces”. A veces, el paso del tiempo da un marco dorado al pasado; según Päivi, para muchos que emigraron a la Argentina en los años 50 o 60 se les empezó a formar una imagen de un país natal donde todo era perfecto. Añade que en Argentina todavía persiste la imagen de la Europa dorada, lo cual será parcialmente herencia de la nostalgia y la añoranza de los inmigrantes. Recién después de las crisis de los últimos años se ha empezado a romper con la ilusión de que en Europa todo está mejor. Ningún país es un paraíso, y cada uno tiene lo suyo.

 

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