Testimonio de dos descendientes de finlandeses sobre la desaparición de sus
padres y abuelos durante el “proceso militar”
¿Cómo desaparecieron vuestra abuela y vuestros padres?
Los acontecimientos trágicos sucedieron en tres ciudades de la provincia de Buenos Aires, en el
término de 48 horas aproximadamente. Pudimos reconstruir que primero desaparecieron a nuestros
padres Guillermo Hietala y Estela Susana Cali, en la localidad de Vicente Lopez el 20 de Mayo de
1977 por la mañana. Se dirigían a una cita, la cual estaba “cantada”, como se decía en ese entonces,
ya que aquella persona con la que debían encontrarse estaba secuestrada. La habían visto en uno de
los centros clandestinos de detención y exterminio, en Campo de Mayo, que como en otros centros
tenían la práctica frecuente de sacar a los detenidos ilegales a señalar lugares y compañeros, pero
claramente mis padres desconocían esta información.
Luego por la noche de ese mismo día, entre las 22 hs y la media noche, secuestraron de su
domicilio en Zárate a nuestros abuelos maternos, Italo Américo Cali y María Esther “Maruca”
Filippi.
Finalmente el 22 de Mayo por la mañana, un operativo militar irrumpió en el campo de mi tío
Reino Hietala, en San Andres de Giles, secuestrando allí a nuestra abuela Hanna Hietala
(ciudadana finlandesa) y a la suegra de mi tío la señora Dominga Bazzana, quienes se encontraban
cuidando a sus nietas, Silvia (2 Años), Amanda (2 años) y Laura (23 días).
Desde ese momento a la actualidad se desconoce el paradero de sus restos.
¿Al cuidado de quién se quedaron ustedes?
El mismo 22 de Mayo por la noche mi tío logra recuperarnos a las tres niñas, y junto a la hermana
de nuestra mamá, decidieron que lo mejor para nosotras ( Amanda y Laura) era enviarnos a Zárate a
la casa de nuestros abuelos, ya que la situación era en extremo peligrosa. Es en ese momento que mi
tía al llevarnos a la casa de unos parientes descubre que sus padres (nuestros abuelos maternos)
también estaban desaparecidos, estos parientes nos recibieron y decidieron traernos a Zarate.
Había más parientes allí y, entre todos, evaluarían la situación. En un principio quedamos en casas
distintas, pero luego de unos meses volvimos a estar juntas y aquella familia que nos acogió
“temporalmente” finalmente nos crió, y permanecimos allí hasta independizarnos. Ellos eran
nuestros tíos abuelos por parte de nuestra mamá.
¿Recibieron algún tipo de apoyo del gobierno argentino? ¿Y del finlandés?
Mientras fuimos menores de edad no tuvimos ayuda del gobierno argentino.
Respecto al gobierno finlandés tenemos conocimiento de que al tiempo de todo lo sucedido, el
pastor finlandés, Tapio Leskinen, se acercó al lugar donde vivíamos para tomar conocimiento de
cómo estábamos, pero fue recibido con desconfianza, dado el contexto social y peligrosidad que
aún imperaba.
Con el paso de los años, tomamos conocimiento de las gestiones diplomáticas que el gobierno
finlandés, llevó adelante en ese entonces por la averiguación del paradero de nuestra abuela Hanna
Hietala. Cabe destacar que aún en la actualidad el gobierno finlandés ha colaborado con la justicia
argentina con el fin de dar fin a tantos años de impunidad, manteniendo viva su memoria.
¿Nadie les dio pistas o posibilidades de encontrarlos?
Hemos dedicado casi toda nuestra vida buscando, y si bien hemos podido reconstruir en gran
medida los hechos, no tuvimos en todos estos años indicios o certezas de que hayan sido vistos en
tal o cual lugar. Pero sí se logró en la búsqueda colectiva con otros familiares, sobrevivientes,
investigadores, madres, abuelas, y posteriormente probar, ante la justicia, que todos los hechos
cometidos en las zonas mencionadas y más, estaban bajo la órbita directa de Campo de Mayo, a
través de las fuerzas conjuntas.
En las próximas semanas o meses esperamos tener la fecha del comienzo del primer juicio sobre
nuestros seres queridos y otras treinta y dos víctimas de terrorismo de estado, cometido durante la
última dictadura militar en la argentina.
¿Actualmente, cómo salieron adelante?
Los caminos son diversos y particulares para cada una, pero sin dudas ha sido la fe en Jesucristo
el factor común que nos permitió volver a nacer, y salir adelante, más todo el apoyo y amor que
hemos recibido en primer lugar de nuestros familiares, amigos, y en la actualidad de nuestros
esposos e hijos.
Particularmente para mi, un momento determinante fue cuando comprendí que el perdón, era el
camino.
¿A qué se dedican?
Amanda es docente, esposa, mamá de una niña. Yo soy esposa, madre de tres varones, y me
dedico a investigar sobre mi familia, a colaborar en la construcción colectiva de la memoria de
nuestra ciudad.
¿Una reflexión para los jóvenes sobre el dolor y la sanación de ese pasado trágico?
Muchas veces cuando visito alguna escuela para compartir mi testimonio de vida en el marco de
la festividad del 24 de Marzo, me presento a los chicos como sobreviviente, hija y nieta de
desaparecidos. Les digo que si bien les voy a contar sobre mi familia y sobre mi, también es parte
de la historia de nuestro país. Me gusta que esos encuentros sean interactivos, me dispongo a
escuchar sus preguntas y responder desde el corazón, porque no hay forma de hablar de este tema y
que no te atraviese. A los chicos les suele dar mucha curiosidad y las preguntas que hacen suelen
ser bien directas y una de ellas es ¿cómo te afectó todo esto en tu vida? Y mi respuesta es que mi
vida la divido por etapas, fundamentalmente dos, mi infancia es la primera, que sin dudas fue la más
difícil ya que supe desde muy pequeña toda la verdad; mi hermana siempre se ocupó de recordarme
que teníamos una mamá y una papá. Crecí llena de preguntas, preguntas sin respuestas, y un dolor
inmenso que me carcomía, el cual se alimentaba por el odio a quienes nos habían causado tanto
daño. Suelo contar que vivía una vida para afuera que trataba de ser lo más normal posible ya que
todos en la familia sufrían y no quería causar más dolor, nuestros familiares no brindaron todo lo
que tuvieron a su alcance, amor, cariño, educación, un hogar, también la posibilidad de llamarlos
mamá y papá, pero todo eso no era suficiente, por dentro, siento que vivía un infierno. A medida
que fui creciendo lo que yo quería ocultar se hacía evidente. Con mi hermana asistimos a un
Colegio Evangélico, allí también éramos contenidas, pero no fue sino hasta mis trece años que
viendo una película de la crucifixión de Jesús escuche las famosas palabras “padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen”. En ese instante mi angustia se hizo más grande , no pude dormir
como por tres días, esas palabras me dolían, pero cuando no pude más me “pelee con Dios”,
echándole toda la culpa de lo que le pasaba y ahí entendí que el perdón era el camino. Y comencé a
practicarlo, ese fue un antes y un después en mi vida, hoy puedo decir, soy feliz, no siento odio,
perdono, no olvido, perdono y camino buscando justicia. No hay dificultades grandes o pequeñas,
cuando nos enfrentamos a algo cada uno sabe con qué tiene que batallar, lo importante es no olvidar
que es posible salir adelante. Con mis cuarenta y cinco años he vivido muchas cosas, he visto
madres y abuelas que se resisten a morir porque aún no han encontrado a sus hijos y sus nietos, he
conocido hombres y mujeres que en su juventud pasaron las prisiones, tormentos y vejaciones más
aberrantes y hoy están en pie, ellos me inspiran.
Ojalá estas humildes palabras puedan llegar a alguien que lo necesite, ser la chispa o la
inspiración para pedir ayuda. Es muy importante conocer la historia para comprender nuestro
presente pero también para que estos horrores no sucedan nunca más.
Agradecemos la entrevista otorgada por Laura y Amanda Hietala