En diciembre del pasado año se estrenó en Helsinki, Finlandia, la nueva película del director de cine finlandés Mika Kaurismäki: Reina Cristina o Tyttökuningas en la cual se recrea la vida de esta controvertida reina sueca que llevó la Modernidad a su país en el siglo XVII. La actriz protagónica es la galardonada Malin Kristina Buska, nacida en Suecia el 15 de marzo de 1984. La película es una co-producción de Finlandia, Suecia, Canadá y Alemania.
La Reina Cristina de Suecia fue coronada en 1633, a la edad de seis años, y educada como si fuera un príncipe. Ella transformó la cultura sueca llevando artistas y otros trabajadores de la cultura a su país. Es conocida su relación con el filósofo francés René Descartes a quien contrató para que le diera lecciones de filosofía. Su formación fue realizada dentro de una estricta ética protestante luterana. En medio de los objetivos “reales” luchó también por asimilar la pasión irresistible que sentía por su dama de compañía, la hermosa condesa Ebba Sparre, personificada por la actriz canadiense Sarah Gadon, nacida el 4 de abril de 1987 en Toronto. Su anhelo de entender el amor discurre en paralelo a su empeño por comprender al género humano y los prejuicios de una sociedad con resabios medievales.
Mika Kaurismäki nació en Helsinki en 1955 y estudió Cinematografía en Alemania en la «Hochschule für Film und Fernsehen de Múnich» entre 1977 y 1981. Debutó en el cine con ‘Liar’ (1980), donde su hermano Aki realizó el guión y participó como actor. Esta película marcó el inicio de la trayectoria cinematográfica de ambos dando inicio, a partir de ese momento, a una nueva era del cine en Finlandia. Fue cofundador de las productoras Villealfa Film Productions (1981) y Marianna Films Oy (1987), así como del Midnight Sun Film Festival (1986). Su filmografía ha sido objeto de retrospectivas en festivales de todo el mundo como Croacia, París, Buenos Aires, San Petersburgo, Eslovenia, México, Moscú, Chicago, Estambul, Munich, Leningrado y Nueva York, entre otros.
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La Reina Cristina
Reseñado por: Jennie Kermode 19 Nov 2015
El Papa Alejandro VIII cierta vez describió a la Reina Cristina, como «una Reina sin realeza, una cristiana sin fe y una mujer sin pudor.» Cristina de Suecia fue sin lugar a dudas una de la mujeres más extraordinarias de su era; ella fue interpretada en el cine por Greta Garbo y Liv Ullmann, y ahora quien se está metiendo en sus zapatos es la actriz Malin Buska. Aparte de su nariz que es más delicada, ella posee un notable parecido a la verdadera reina; y la co-protagonista Sarah Gadon luce singularmente como, según los rumores, su objeto de deseo, la Condesa Ebba Sparre.
La sexualidad de Cristina ha sido importante siempre que se contó su historia, incluso en la versión de Garbo, dando indicios sobre este aspecto aún a pesar de la introducción de una historia de amor heterosexual ficticia. Lo que esta película tiene de diferente es que sitúa la sexualidad en contexto, para explorar su influencia en la forma de pensar y el enfoque que le da a su propia vida. Antes de que tuviera suficiente edad como para que la sexualidad fuera un tema, ella ya es diferente en su relación hacia el género. Usa ropas masculinas cada vez que puede salirse con la suya y se comporta de manera masculina de modo muy natural. No tiene absolutamente ningún interés en conformar el rol sumiso que se espera de ella y, por lo tanto, ningún interés en casarse o procrear un heredero.
Si esto ya suena como problemático, hay mucho más para decir: Cristina flirteará no sólo con mujeres sino con la herejía, la apostasía e incluso con el satanismo; ella no sólo leerá libros prohibidos sino que abrirá bibliotecas públicas. Lo más controversial de todo ello, mediante el Tratado de Westfalia, ella seguirá una política de paz.
Para todas las audiencias que amaron el glamour de Garbo, nadie ha habitado el rol de Kristina como Buska, quien parece estar completamente a sus anchas con esta mujer complicada que es por turnos infantil y juguetona, feroz y tiránica o profundamente intelectual. Su correspondencia con Descartes, que vino a unirse a su corte, es un tema importante dentro de la película. Su astuta inteligencia también se trasluce en su manejo de la política; la crítica la acusa de manejarse caprichosamente pero ella difícilmente puede jugar el juego político en la forma tradicional, dadas las dificultades que enfrenta como mujer, por esa razón realiza pronunciamientos abdruptos pero, una y otra vez, de una manera que debilita a sus oponentes, sugiriendo que tiene una estrategia mucho más elaborada que simplemente no eligió compartir. Este es un abordaje fascinante que evita todas las trampas sentimentales usuales que se pueden encontrar en dramas históricos acerca de mujeres, presentándola en primer lugar, simplemente como una persona, un pensador, y un monarca fuertemente a cargo.
Instituyéndose a sí misma de esta manera, la película está en condiciones de cubrir los aspectos románticos de la historia como sería si la figura central fuera un hombre. Cristina está apasionadamente enamorada, pero su respuesta inicial a ello es enojo – le molesta cualquier cosa que interfiera con el trabajo de su mente. Su seducción de la Condesa es audaz, casi cruel, y ella es totalmente dominante, hasta el punto de su autodestrucción. Hay una fuerte química entre las dos actrices y la recitación de Descartes nunca antes había sido tan sexy. Sin embargo, es importante que el romance en ningún momento se vuelve central para la identidad de Cristina. Mostrándonos el poder en algo que es sólo una parte de ella, el director Kaurismäki, nos hace comprender el poder en su totalidad.
La película está astutamente dirigida de punta a punta con pequeños trucos de encuadre que desafían las convenciones de género. La mirada sobre Cristina es siempre nivelada, aún cuando ella no es el centro de una conversación, es el centro del encuadre. En el combate, ya sea figurado o real, ella no sólo es capaz sino también firme. La película de Kaurismäki no la idolatra, sin embargo, una escena pivot la muestra tratando de discutir filosofía con una multitud andrajosa, antes de que su lealtad hacia ella sea ganada con una oferta más mundana de cerveza gratis para todos.
Las actuaciones secundarias también son imponentes, especialmente por parte de Michael Nyqvist como el canciller que la cría en su niñez y Martina Gedeck como Maria Eleonora, su insana pero fuerte madre, que se parece mucho a la recientemente fallecida Elizabeth Tudor y por ello recuerda a Bette Davis. Alrededor de la historia de Cristina vemos flashes de la vida diaria en ese período, con especial atención prestada a las luchas de las mujeres y a los conflictos religiosos, ambos significativos para que la película sea un retrato de la Europa en transición. Su particular aspecto de la historia que muestra, lo hace rigurosamente relevante hoy en día. No es meramente un drama escapista de vestuarios. Viéndola uno espera que resulte ser un film de transición: más como esto, por favor.
Traducido por Revista Fennia .org